Sentir que no hiciste más que perder el tiempo esperando un milagro, aún sintiendo en el fondo que nunca iba a pasar, y que venga de la nada un tercero a terminar de robarte todo, la más mínima esperanza que poseías. Es ese el segundo, donde sentís (literalmente) que se te rompe el corazón en mil pedazos y te cae la ficha de que fuiste una imbécil todo el tiempo, que no hiciste nada más que autoengañarte a vos misma.
Ese, es tu pie de salida, porque en esta historia vos no entras, no tenes ni un mínimo de participación.
Ese es el momento en el que queres y tenes que dejar de sentir.
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